jueves, 7 de febrero de 2013

Me encanta.

Me encanta. Es curioso empezar contando algo con esas palabras, pero es así, me encanta. Las cosas no siempre son como las imaginas, ni salen como te esperas, a veces todo tu futuro sucede de una forma inesperada pero mucho mejor de lo que nunca habías soñado.
No vivo en un palacio, ni tengo doncellas, ni zapatos de cristal y tampoco tengo ninguna corona, pero puedo decir que soy una princesa, o por lo menos me tratan y me hacen sentir como si fuera la única princesa y la persona más importante del mundo. No es un cuento de hadas, ni mucho menos, pero si es un cuento en cierto modo, es la historia de mi vida.
Hay días buenos y días malos, pero no siempre en los días buenos sale el sol y en los días malos está lloviendo, no, esto no funciona así. Los días buenos, la gran mayoría, son los más inesperados, no por viajar a un lugar maravilloso o por ser el más divertido y sorprendente, si no por ser aquellos que jamás olvidarás, por un simple detalle, como escuchar un "Te quiero" en el momento adecuado o compartir un secreto que jamás has contado. Los días buenos son los días que desearías revivir todos los días, pero que sabes que si lo hicieras, entonces ninguno de ellos sería especial.
Por el contrario, o más bien, por otra banda, en los días malos no siempre llueve. Derramar lágrimas al sol es de lo más común. Pero un día malo tampoco implica lágrimas y llantos, puede ser sencillamente no ver a quien deseas ver, no poderlo besar, o simplemente no poder abrazarlo. 
Muchas veces me he imaginado cual sería el día perfecto para mí, y sería el siguiente: me despertaría por la mañana, buscándolo en su lado de la cama, pero no lo encontraría. En su ausencia habría una nota dónde me dice lo guapa que estoy al despertarme y lo mucho que me quiere, y cuando me giro él está allí, con una bandeja de desayuno con un zumo de naranja, unas fresas con nata, leche y unas tostadas. Desayunamos juntos hablando y riéndonos de todo y a la vez de nada, disfrutando de la compañía. Luego iríamos a ducharnos, con el agua muy caliente y con el sol entrando por la ventana del baño. Para aprovechar lo que queda de mañana iríamos a pasear a los perros, podría escribir un auténtico relato de lo que sucedería paseando a los perros, pero es más bonito dejar volar la imaginación. A la hora de comer sonaría bien decir que comeríamos una mariscada y luego un exquisito pato a la orange, pero no, sería absurdo fastidiar mi día perfecto con una comida así, así que comeremos pizza, una con mucha salsa de tomate y un montón de champiñones por encima. Descansaríamos viendo la televisión y comentando las noticias y a la tarde iríamos en barco, a Cangas por ejemplo, a pasear por el puerto en fiestas, o simplemente por sus playas, y a la vuelta cenaríamos en un lugar con vistas preciosas, y al acabar me diría que ha sido el mejor día de su vida y que soy la persona más importante del mundo para él y que me quiere con locura. Y llegados a este punto os dejo volver a utilizar vuestra prodigiosa imaginación.
Este sería un buen prototipo de día perfecto, quizás ahora que lo releo sea un tanto cursi y empalagoso sí, así que cambiemos el paseo a cangas por quedar con sus amigos o con los míos, así queda menos repipi. 
Pero no, no he tenido nunca un día como este. Bueno, miento, claro que lo he tenido, pero no con él, que es con quien quiero tenerlo y a veces, en momentos inevitables, pues me imagino como sería... y así sí que viviría un bonito cuento dónde todos los días son buenos y sale el sol.
Pero esto es la vida real, y sé que un día así no lo voy a tener, pero sí sé que me traerá el desayuno a la cama aunque no sea zumo y fresas con nata y tostadas. También sé que comeremos pizza, que pasearemos por cangas y que tendremos una cena preciosa. Por supuesto. Pero en días separados, quizás separados por meses de diferencia, pero es así.
Me encanta, me encanta él, me encanta mi vida y me encanta todos los días de mi vida, unos más y otros menos, pero los inesperados casi siempre son los mejores.